sábado, 25 de septiembre de 2010
Sus fieles lo siguen hasta la Basílica!!!! Reproducimos íntegra la nota publicada hoy en el Diario de Yucatán
Ceremonia especial por el aniversario del padre Jesús Caballero.
MÉXICO, D. F. a 24 de septiembre de 2010.- A los cuatro años, el niño Jesús Caballero Encalada solía tomar un banquito y, a la hora de comer, frente a su padre, jugaba a oficiar misa en su casa de Mérida. "¡Qué chulo!", decían con sorpresa quienes lo llegaron a ver hace 55 años.
Ayer, ese niño que desataba sonrisas predicando de cara al comedor, cumplió 30 años de sacerdocio. Para celebrar sus bodas de perla, el padre Caballero Encalada celebró una misa en uno de los mayores santuarios de América Latina: la Basílica de Guadalupe.
Dulce María, hermana del sacerdote, asegura que éste conserva el encanto y la alegría que lo caracterizaban de pequeño, actualmente de 59 años de edad.
Cuarenta y cinco personas, la mayoría de la comunidad parroquial de Santa Lucía, la cual dirige el sacerdote, emprendieron un periplo de 30 horas en autobús sólo para acompañarlo.
Los fieles, quienes llegaron cerca de las 15 horas al atrio de la Basílica, no mostraban signos de cansancio. Al contrario. Entre un ánimo festivo, pero también lágrimas, esperaron la hora en punto para dar inicio a la misa.
"El padre, aparte de que es nuestro amigo, es un director espiritual", dice María Martín, rodeada del grupo de hombres y mujeres -algunos con hipil o guayaberas y sombrero- que viajó desde Yucatán.
"Es un amigo, es un padre, es todo", cuenta Nancy Encalada López, entre lágrimas de alegría. Ella fue una de las mujeres que promovieron el viaje. "Lo conozco desde hace 40 años. Desde antes que fuese sacerdote", presume.
De joven, recuerda, el seminarista Jesús Caballero era tal como hoy día: "Humilde, sencillo y alegre, a pesar de su imposibilidad para moverse", agrega.
En el altar mayor de la Basílica, el padre Caballero celebró con mucha devoción. En la homilía pidió a Dios tener el tiempo disponible para servir de tiempo completo a la Iglesia.
"Señor, te pido ahora en estos 30 años que humildemente llevo en esta fragilidad humana, con esta discapacidad humana, quiero seguir siendo una seda blanda entre tus dedos. Haz lo que tú quieras conmigo.
"Estoy seguro de que con tu ayuda podré seguir aliviando a las personas que me pongas en el camino", dijo con voz fervorosa y la mirada al cielo.
Oficiar en el mayor santuario del país no fue arte de magia. Tuvo ese regalo gracias a la colaboración de uno de sus amigos; el sacerdote yucateco Mario Zaldívar, quien radica en la capital hace 18 años y colabora con la Pontificia Universidad.
Después de la misa, los fieles despidieron al padre con un aplauso. En el atrio, su grey lo esperaba con cariño para tomarse fotos, recibir su bendición y festejar con un convivio.
Entre gritos de "¡te queremos, padre, te queremos!" los peregrinos arroparon al sacerdote y minutos después se retiraron de la Basílica para celebrar con una comilona.
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